En esta novela corta publicada por primera vez en 1843, se resumen muy bien las principales contradicciones del capitalismo decimonónico, especialmente en esa fase del segundo cuarto de siglo.
La Primavera de los Pueblos es el nombre con el que se llama a la oleada revolucionaria de 1848. Charles Dickens nos da cuenta de lo que se estaba cociendo en las décadas anteriores a todo este tropel de insurrección. Un hombre avaro, ampliamente egoísta llamado Scrooge, está hastiado de la idea de la Navidad, del compartir, del comer y del consumir.
“La Navidad es solo una mentira”, nos dice. Aunque sus riquezas se han apoderado de su vida, se nos sugiere que vive para su dinero, y por supuesto, queda claro que es un hombre muy trabajador. Tiene un oficio que alguna vez amó. Ahora bien, sin duda es su obsesión, en este momento, por el acumular lo que lo está dañando, y no hay demasiadas razones para afirmar que esto sigue siendo así.
Parece ser, que el autor de la obra quería recuperar ciertas tradiciones y “espíritu” navideños que con la acumulación de fuerza de trabajo en las ciudades se fueron perdiendo. No obstante, yo creo que la cosa es más compleja y en el fondo laten otras cuestiones, como por ejemplo el intento de construir un capitalismo más consumidor y menos ahorrador.
Reconozco que el final de la novela breve se me hace de difícil digestión: especialmente la transformación de Scrooge en un ser salvador de todos, con una liberalidad que echa para atrás. Es decir, lo de siempre: después de haber acumulado mucho, reparto las migajas con los pobres.
Aunque seguimos sin explicitar cuáles son los mecanismos que han hecho esa realidad de pobreza y exclusión posible. Lo cierto es que esta obra tuvo un éxito inmediato y pudo celebrarse como un intento de recordar la ternura, la compasión, en fin, la ética en una sociedad que estaba soportando una explotación inhumana.
La noche del 29 de diciembre el grupo de teatro de la Asociación Cultural de Teatro de Pinos Puente, (Granada), representaba una adaptación, realizada y dirigida por Chari Sánchez, de la inmortal obra del autor de Oliver Twist.
Como tantas veces, nos hicieron pasar un rato maravilloso con una puesta en escena espléndida. Se cumplió, al menos eso me llegaba a mí de los actores, lo que Peter Brook sostiene del teatro: “Interpretar requiere mucho esfuerzo. Pero en cuanto lo consideramos como juego, deja de ser trabajo”. Unos actores ilusionados y bien labrados, además de admirablemente caracterizados, fueron adentrándonos en el ´tiempo eterno´ de la Navidad. Resaltar la interpretación que hizo Tete Rojas de Ebenezer Scrooge y Abraham Campos del fantasma Marley. Por otra parte, subrayar la coreografía llena de colorido y dinamismo, de gran belleza como nos tiene habituados, de Virginia Gamarra.
El sonido y la iluminación estuvieron a la misma altura de lo anterior. Felicidades a este grupo, y gracias por creer como dijo su directora en un “teatro en libertad”. Les deseamos muchos éxitos como este Cuento de Navidad. La representarán en más lugares de la provincia.
Y, a vosotros, mis lectores, los lectores de este blog de Alendra, desearos Feliz Año 2015, en el que no nos falte abrazar y provocar el amor con Alegría. El próximo día os hablaremos de la tercera canción de las tres canciones que publicamos próximamente, El cielo se siembra de madrugada.
Además, en este primer semestre queremos editar y publicar un cd con poemas de Javier Egea musicados por nosotros, con arreglos muy desnudos y sencillos de pianos y guitarras.